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18 mar 2013

"Su casa siempre fue casa de encuentro de todo tipo de interlocutores: pobres, ricos, empresarios y obreros"


Los misioneros españoles han sido testigos de la obra del entonces arzobispo de Buenos Aires, hoy obispo de Roma. Muchos de ellos le han conocido personalmente, como monseñor Joaquín Jimeno, obispo español en Comodoro Rivadavia y Rocío Díaz, misionera de la Presentación de la Virgen María. Desde el episcopado y desde la misión con los pobres, respectivamente, ambos coinciden en destacar su cercanía a los pobres y su ímpetu misionero.
Foto cedida por la Hna. Rocío Díaz, misionera de la Presentación de la Virgen María
 Las calles de Buenos Aires lo han visto caminar muchas veces visitando un hospital, yendo a comprar el diario, abriendo la reja del Arzobispado o acompañando a los más pobres", afirma monseñor Joaquín Jimeno, obispo misionero español en la diócesis de Comodoro Rivadavia (Argentina). "El Jueves Santo de 2008 lavó los pies a doce drogadictos en la catedral", cuenta como ejemplo de su humildad. Este obispo turolense que está al cargo de una diócesis de 140.000 kilómetros cuadrados -un tercio de España-, conoce al Santo Padre desde hace 15 años.

"Su casa fue casa de encuentro para todo tipo de interlocutores: pobres, ricos, empresarios, obreros.", continúa el prelado. "Sé que es la persona que nuestra amada Iglesia necesita para los retos de la Nueva Evangelización". Destaca sobre todo su impulso misionero, ya que, según el obispo misionero español, "no sólo cuida las ovejas, sino que las hace salir del corral para ser una Iglesia misionera".
La hermana Rocío Díaz realiza su labor misionera en la Villa Nueva Esperanza, una de las "villas miserias" de Buenos Aires. Conoció personalmente al cardenal Bergoglio en un momento histórico y silencioso. Después de la Conferencia de Aparecida, en 2007, los obispos latinoamericanos quisieron lanzar una misión continental. Como paso previo, varios obispos, -entre los que figuraba el actual Papa-, decidieron experimentar la misión de a pie, llamando puerta a puerta.
De entre todas las villas, eligieron la de Nueva Esperanza, y junto con Rocío Díaz y varias hermanas, los obispos estuvieron una semana visitando todas las casas de la zona, anunciando el Evangelio. "En ningún momento quisieron que esta misión fuera pública, quisieron actuar en absoluto silencio, alejados de las cámaras", afirma la misionera. Desde ese momento, el cardenal Bergoglio mantuvo una relación muy cercana con las hermanas y con la Villa.
"Había que ver las caras de la gente cuando fue elegido como Papa, se les caían las lágrimas de emoción", afirma la religiosa, que de un modo muy expresivo explica cómo se oían gritos de alegría en la calle, y cómo muchísima gente -también personas que no van habitualmente a Misa- se acercó a la Iglesia a celebrarlo. Según la religiosa, todo el mundo sabía que el cardenal Bergoglio pedía siempre que rezaran por él. "Yo inmediatamente le escribí un mail a Su Santidad y le dije: ahora tendré que rezar doble o triple".