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13 ene 2014

Carta de Ana, misionera en Bolivia

El siete para los cristianos es un número importante, por el simbolismo que encierra…para mí hoy es el número de años que cumplo en misión y me invita a hacer una revisión personal…
Que ha pasado conmigo en este tiempo…

He conocido, y sigo conociendo una cultura compleja y maravillosa, una cultura que no te grita las cosas a la cara, pero te va enseñando a leer la vida, en el silencio, en los gestos…una cultura que entiende la amistad de una manera distinta, pero si te dejas sorprender descubres una nueva dimensión de esta, y te ayuda a ver con unas nuevas gafas las relaciones humanas. Una cultura que vive el presente, porque no sabe si hay mañana. Una cultura que sufre, y festeja la vida.
He conocido el significado de grandes palabras en mi vida, que creía conocer, pero realmente no era así…su significado profundo, ha tocado mi alma, y me ha cambiado como persona…
Creía saber lo que era la libertad…los privados de libertad me han enseñado a descubrir su valor y significado más profundo…que a veces las peores ataduras, no son las rejas, o el encierro…sino los golpes de la vida, que marcan tu existencia….
Creía saber lo que era la justicia, pero esta sociedad, la cárcel, el vivir en medio de la corrupción…me han hecho revalorarla, y entender cuan injusta puede ser nuestra justicia….y agradezco a Dios que tenga una concepto, tan amplio, tan distinto….
 Creía saber lo que era la misericordia, pero que pobre era mi misericordia…lo entendí al ser consciente de cuanto se puede llegar a querer a gente que jamás pensé poder querer de esta manera….y hoy puedo decir que aprendí amar a la gente más allá de los errores que hayan cometido, por muy graves que sean…
Creía entender aquello que decía Jesús de la importancia de compartir la mesa,…lo entendí la primera vez que me senté en Nochebuena, con los privados de Libertad a comer, compartir, celebrar….y desde ese entonces es una práctica constante…
Creía saber que era la Comunidad, hoy lo vivo con toda su complejidad, pero como uno de los mejores regalos de estos años de misión.
Creía que sabía lo que era el dolor, y la fortaleza…hasta compartir con el pueblo Boliviano tantas cosas complicadas…ver como la vida golpea duro, y como se levantan, una y otra vez…te da una nueva dimensión de ambas palabras…
Creía saber lo que era el arte, hasta que vi la sonrisa de los chicos de Sigamos, de Imaynalla o de la gente del  Penal  al reconocerse artistas…
Creía saber lo que era la soledad, pero la misión me ha ayudado a entender nuevas dimensiones de esta palabra…sobre todo a la hora de sentir y procesar la vida…
Creía saber lo que era el desarraigo, y quizá lo sabía en teoría, ahora sé cómo se siente.
Creía saber lo que era confiar en Dios. Cuantas lágrimas, enojos y frustraciones me han costado aprender esta práctica…
Bolivia, no solo me ha ayudado a comprender y profundizar en el significado de estas palabras…me ha regalado muchas personas que dejado una huella profunda en mí:
Germán, Delmy, Daniel y Ana Ruth, Ángela, la comunidad que me acompañó y acompaña en este viaje…son un ejemplo de constancia, trabajo, fe, alegría, vida.
 Cristina, Margod, Emily, Victoria, Indira… la familia del trabajo, con las que sueño que  otro mundo puede ser posible, y a veces, juntas lo hacemos realidad…
 Omar, Cristian, Aurora, Adolfo, Héctor,  José,  Faustino…ellos me abrieron su corazón y vida, y me dejaron caminar a su lado durante un rato….todo un regalo, me han hecho llorar, reír, enojar, escuchar, rezar,  amar….
José Armando,  Don Luciano…ellos se fueron con Dios, y me tocó acompañarles en sus últimos días…y con ellos descubrí la importancia de solo estar…
Piero, Avendaño, Cesar, los chicos del Sigamos y del Imaynalla…sacaron la mejor artista que había en mí, y a la mejor maestra para pintar el mundo con nuevos colores….
Nidia, Nati, Ariel, Zaida, Meli, Jhus…ellos me trajeron de vuelta a la Pastoral Juvenil, una parte de mi que disfruta y se revitaliza al poder acompañar a los jóvenes.
 Todos ellos me han ayudado a moderar mi carácter, a ser un poco más paciente, a luchar , a seguir adelante, a confiar en Dios, a amar, a llorar, a sonreír,  a sufrir, a estar sola, … son los que le dan sentido a esta vida, son los que hacen a Dios presente.
Algo que también me ha enseñado Bolivia, la misión,  ha sido valorar, y querer más  y  a mi familia, la distancia te regala una nueva manera de ver la vida, y las relaciones. Lo mismo ha ocurrido con las amistades, muchas se han ido enfriando con el tiempo, pero para algunas ha sido una prueba para crecer y hacerse más fuertes.
También me ha enseñado a valorar a mi iglesia local, y diócesis, que me han acompañado, y acompañan desde el día que los dejé…en mis últimas vacaciones, viví una gran acogida por parte de la iglesia de Lugo, que  se dedicaron a cuidar y mimar a su misionera…

Y bueno, echando la vista atrás, hay mucha vida vivida…risa, algunas lágrimas, mucho amor y algún sufrimiento, una gran familia, mucha gente buena, muchos retos, sueños realizados, y otros por realizar, algunos enojos, y muchas cosas que sigo sin entender, muchas cosas aprendidas, y muchas por aprender, y sobre todo Dios en medio de toda esa vida…al que le agradezco enormemente escogerme para esta vocación tan peculiar.