El Papa recuerda que, para este año dedicado especialmente a San José, publicó la carta Patris corde sobre esta “figura extraordinaria, y al mismo tiempo tan cercana a nuestra condición humana” que “con su vida ordinaria, realizó algo extraordinario a los ojos de Dios”. En su corazón, Dios reconoció “un corazón de padre, capaz de dar y generar vida en lo cotidiano” y es a esto a lo que tienden las vocaciones: “a generar y regenerar la vida cada día”.
“El Señor”, dice el Papa Francisco en el mensaje, “quiere forjar corazones de padres, corazones de madres; corazones abiertos, capaces de grandes impulsos, generosos en la entrega, compasivos en el consuelo de la angustia y firmes en el fortalecimiento de la esperanza. Esto es lo que el sacerdocio y la vida consagrada necesitan, especialmente hoy, en tiempos marcados por la fragilidad y los sufrimientos causados también por la pandemia, que ha suscitado incertidumbre y miedo sobre el futuro y el mismo sentido de la vida”.
El mensaje recoge tres palabras clave que San José sugiere para toda vocación: sueño, servicio y fidelidad. “Todos en la vida sueñan con realizarse. Y es correcto que tengamos grandes expectativas, metas altas antes que objetivos efímeros —como el éxito, el dinero y la diversión—, que no son capaces de satisfacernos. De hecho, si pidiéramos a la gente que expresara en una sola palabra el sueño de su vida, no sería difícil imaginar la respuesta: ‘amor’”. Los Evangelios narran cuatro sueños de San José, “llamadas divinas”, tras los cuales, “José tuvo que cambiar sus planes y arriesgarse, sacrificando sus propios proyectos para secundar los proyectos misteriosos de Dios”. Porque “no hay fe sin riesgo”.
El servicio, que marca el itinerario de San José, se revela en “que vivió enteramente para los demás y nunca para sí mismo”. San José era “la mano tendida del Padre celestial hacia su Hijo en la tierra. Por eso, no puede más que ser un modelo para todas las vocaciones, que están llamadas a ser las manos diligentes del Padre para sus hijos e hijas”.
La fidelidad, la tercera palabra sobre la que se centra el mensaje, muestra, en San José, que “la existencia se construye sólo con la continua adhesión a las grandes opciones”. La vocación, al igual que la vida, “sólo madura por medio de la fidelidad de cada día”. Y es la fidelidad, el secreto de la alegría, “la alegría cotidiana y transparente de la sencillez, la alegría que siente quien custodia lo que es importante: la cercanía fiel a Dios y al prójimo”. Una alegría que el Papa desea para todos los que “han hecho de Dios el sueño de sus vidas, para servirlo en los hermanos y en las hermanas que les han sido confiados, mediante una fidelidad que es ya en sí misma un testimonio, en una época marcada por opciones pasajeras y emociones que se desvanecen sin dejar alegría. Que san José, custodio de las vocaciones, los acompañe con corazón de padre”.