Los misioneros españoles que viven en Filipinas (unos 123) expresan su dolor por las consecuencias que el tifón Haiyán ha provocado a su paso por la región central de Filipinas. Los misioneros permanecen junto al pueblo, como lo hacen siempre ante las catástrofes, consolándolos, pero sobre todo, viviendo lo mismo que vive la gente en cada momento; ahora, un tifón de resultados devastadores.
La misionera Ana Mª Perea, hermana de Nuestra Señora de la Consolación , se encuentra en la zona centro de Filipinas, en la región de Cebú. Aunque han estado sin luz, no han sufrido esta vez las consecuencias más graves de Haiyán, pero asegura que quienes las han vivido “no despotrican contra Dios”, sino que en estos momentos “creen con más fuerza”.
Otra misionera que se encuentra en Manila, Lucía Retuerto, hermana de la Caridad de Santa Ana, manifiesta que las ayudas ya han comenzado a llegar y garantiza que las hechas a través de las Congregaciones religiosas llegan con seguridad a sus destinatarios.
El sacerdote Néstor Huenda, del Camino Neocatecumenal, que se encuentra en el norte del país, visitará en los próximos días la zona afectada para obtener información de primera mano, sobre el terreno, aunque sabe que en muchos sitios “No hay manera de entrar porque las calles están sembradas de cables, árboles caídos, etc.”.
Como siempre, los misioneros comentan que los más afectados son los pobres, que viven en sencillas casas de bambú que el viento destruye inevitablemente.