El próximo día 22 de enero, se celebra la Jornada de Infancia Misionera. Compartimos con vosotros la presentación de dicha Jornada:
Opción por lo pequeño
Por Anastasio Gil
Director de OMP en España
La
celebración de la Jornada de Infancia Misionera el cuarto domingo de enero es
una invitación a las comunidades eclesiales, donde los niños se están iniciando
en el conocimiento de Jesús, la celebración sacramental, el aprendizaje de la
vida evangélica, y el compromiso apostólico y misionero. La Jornada de Infancia
Misionera 2017, con su lema "Sígueme" incide especialmente en la
tercera dimensión, la práctica de la vida cristiana, siguiendo el rastro de
Jesús.
El
22 de enero con la Jornada de Infancia Misionera, la Iglesia en España invita a
los fieles a remansar la mirada en los
más pequeños y celebrar con ellos una jornada misionera. Apenas cerrado el
tiempo de Navidad, en el que hemos contemplado a Dios hecho niño, se enciende
una nueva luz que ilumina la expresión de estos pequeños: ahora es en sus caras donde seguimos contemplando el
rostro de Dios.
Esa
contemplación de los niños y de su fragilidad suscita en los mayores una
especial cercanía y complicidad. Cualquier noticia que denuncia su sufrimiento
y exclusión es causa de dolor y de compromiso por subsanar estas situaciones.
Niños abandonados, sometidos a trabajos físicos más allá de sus capacidades y
de sus derechos, víctimas de comercio o de la droga...; realidades que parecen
no tener remedio, porque la frecuencia y diversidad de estos atropellos se
multiplica, a pesar de las denuncias y alarmas sociales.
Tal
es la repercusión que esta indefensión tiene en la sociedad que en 1924 se hizo
pública la Declaración de los Derechos del Niño de Ginebra, y hace exactamente
70 años nació UNICEF. También en España se ha aprobado una Ley de la Infancia.
Pero se vuelve a constatar la fractura entre la legislación y el egoísmo de
algunos sectores de la sociedad. Basta asomarse a los medios de comunicación
para comprobar que, pese a estas cautelas legislativas y tantas declaraciones
de condena, la infancia sigue siendo víctima de la violencia doméstica, el tráfico
de órganos, el trabajo inapropiado, el abuso sexual o la eliminación de los
concebidos no nacidos.
De
nuevo es necesario asomarse al Evangelio
y descubrir que, para Jesús, los niños son más que seres dignos de respeto y
protección, objeto de atención personal, educativa y social. Hay un plus
que brota de la novedad del Evangelio: los niños pasan a ser protagonistas de
su propio destino. En la mentalidad judía, pertenecían a la categoría de los
“sin dignidad”. Pero Jesús realiza un cambio jerárquico, colocando en el centro
del anuncio a las categorías marginadas. Así, el niño aparece en el punto de
partida y de llegada del Reino.
Dar y recibir,
siguiendo a Jesús
Muy
a menudo, este Reino que Jesús describe en las parábolas se compara a algo muy
pequeño que llegará a ser muy grande: la semilla de mostaza, el grano de trigo,
la pizca de levadura... Jesús mismo quiso vivir la experiencia de la infancia,
pasando treinta años en la sencillez y el ocultamiento. Su ejemplo ha sido
secundado por la Iglesia. Clara manifestación de esta opción es la Obra que
nació en 1843, cuando el obispo de Nancy (Francia), Mons. Forbin-Janson,
descubrió en los niños de su diócesis el medio más eficaz para cooperar en la
evangelización de los más pequeños. Ahora son más de 130 los países donde los
niños, por una parte, reciben de Infancia Misionera las ayudas necesarias para
evitar tantas situaciones dramáticas; pero, además, ellos mismos asumen el
compromiso de ayudar a otros niños, convirtiéndose, efectivamente, en
protagonistas de una bonita historia de solidaridad.
Los
frutos no se hacen esperar, porque en el carisma fundacional se contempla el
don de la reciprocidad. No hay unos, ricos, que dan y otros, pobres, que
reciben. Todos, los de aquí y los de allá, dan de lo que tienen. Y, en muchos
casos, más de lo que tienen, porque implican a los mayores en este ejercicio de
donación. También reciben, y mucho. Porque el niño de Infancia Misionera recibe
ante todo la oportunidad de salir de sí mismo e iniciar el recorrido de la fe,
con sus educadores, catequistas y padres.
El
itinerario se inicia el primer domingo de Adviento. Ellos tienen la oportunidad
de descubrir cómo resuena la voz de Jesús, que cada domingo les dice al oído:
“Sígueme”. Esta primera etapa culmina saliendo a las calles como “sembradores
de estrellas”. A la vez, van preparando la “hucha del compartir”. Pasada la
Navidad, se inicia la recta final, hasta la gran celebración del 22 de enero,
cuando los pequeños presentan en la eucaristía las huchas repletas para los niños
que más lo necesitan y, a cambio, reciben la mirada de complicidad de Jesús,
que les anima a seguir subiendo por la escala del “Sígueme”, como muestra el
cartel de la Jornada.