El pasado 11 de octubre, tuvo lugar el pregón del Domund 2018 por Cristina López Schlichting en Valladolid, ya que, este año se celebra allí la V edición de "El Domund al descubierto”, que es un espacio donde se pueden conocer y valorar la labor de los misioneros al servicio de los demás. Es una iniciativa de Obras Misionales Pontificias para dar a conocer la realidad misionera de la Iglesia a través de una Exposición y una serie de actividades culturales y religiosas.
Después de haberse celebrado en Madrid, Sevilla, Tarragona y Galicia, este año llega a la provincia eclesiástica de Valladolid. Las diócesis de Valladolid, Zamora, Segovia, Ávila, Ciudad Rodrigo y Salamanca han acogido con entusiasmo esta iniciativa que se desarrolla del 1 al 26 de octubre.
Compartimos con vosotros el Pregón:
“El Domund cambia el mundo, yo lo he visto” Cristina López Schlichting.
Excmo. y Rvdmo. Sr. Obispo Auxiliar de Valladolid, D. Luis Javier Argüello García; Sr. Subdirector Nacional de las Obras Misionales Pontificias, D. José María Calderón Castro; autoridades; misioneros presentes; señoras y señores:
In memoriam
Me gustaría que este Domund 2018 se inaugurase en nombre de Anastasio Gil. La joya de la corona de las Obras Misionales Pontificias son los 12.000 misioneros españoles repartidos por el mundo, pero no menor importancia tienen sus amigos y benefactores. Anastasio ha dado todas sus energías por los misioneros. El Director Nacional de las OMP, que acaba de morir, tuvo mil funciones organizativas, pero hizo dos cosas excepcionalmente. La primera, venerar con un respeto absoluto cada céntimo que entraba para las misiones, ahorrando hasta la extenuación. Y, segunda, darnos sin tregua la lata a los periodistas para hacer visibles a los misioneros en los medios.
En estos días en que recordábamos su figura, he contado que cada año sonaba el teléfono o entraba un whatsapp de Anastasio: “—Cristina… —Dime, Anastasio. —El artículo…”; y yo me ponía a ello, porque no admitía discusión. Unas veces rememoraba mi educación con las hermanas mercedarias de la Caridad y nuestras aventuras de niñas que salían a postular por las calles de la ciudad (no se pueden imaginar lo emocionante que puede ser para una cría asumir semejante responsabilidad; cómo te “faja” la respuesta imprevisible de los transeúntes, cómo te ayuda a tomar conciencia de que no estás sola en el globo, que hay otros que necesitan tu ayuda). Otras veces rememoraba misioneros concretos, que he conocido a lo largo de mi vida. O me preguntaba sobre las razones profundas que llevan a una persona cómodamente criada en Occidente a dejar casa y familia y marcharse para siempre a los confines del mundo.
Para mí, el Domund estará ya siempre unido a la memoria de ese cura enjuto y alegre, tenaz como la gota malaya, que se llamó Anastasio Gil. Y tengo para mí que, en este primer año que nos falta y en que ha cogido los trastos de matar José María Calderón, se está sonriendo pícaramente en el cielo, porque en esta ocasión no solo me ha sacado un artículo o una entrevista en la radio, sino que me tiene aquí, de pregonera del Domund. No sé cómo te las arreglas, Anastasio, que ni difunto paras.